lunes, 24 de noviembre de 2008

Leer, pero de verdad


Probablemente para mucha gente la lectura o el acto de leer les supone algo tan cuotidiano que no reparan en cuestionarse su origen y verdadero significado. Podría decirse que esta práctica en la actualidad es llevada a cabo por prácticamente cualquier persona, ya que nuestra moderna sociedad está alfabetizada (o debería estarlo).  Si le preguntamos a cualquier individuo qué le sugiere el concepto de lectura, sin muchas dificultades precisará que consiste en pasar la vista por algún tipo de documento impreso o escrito comprendiendo el significado de los caracteres empleados. Esta definición, lejos de recoger la esencia oculta del acto que supone leer, es forzosamente correcta.

 No obstante el ejercicio de lectura va más allá de cualquier definición genérica. La lectura debería entenderse como un proceso personal, en el que cada individuo es capaz de establecer una relación con el texto que se sitúe en una posición intermedia. La explicación de esta teoría es sencilla. Cualquier persona ha tenido oportunidad de leer alguna cosa a lo largo de su vida y ,sin que el género o la temática escogida sean relevantes, esto favorece la adquisición de posturas y competencias en relación a esos textos. A partir de ese momento, el individuo está en condiciones de emitir juicios más o menos acertados y poder plasmar su opinión en base a unos conocimientos previos. Evidentemente la capacidad de bagaje en torno a un tema crecerá en la medida de que se consuma más literatura.

Estos ejemplos defienden una idea básica: los textos no son interpretados de la misma manera por todo el mundo. En este sentido las personas que no están habituadas a la lectura no asumirán la tarea con la misma actitud que otras personas que leen a menudo.  Como indica Cesare Pavese, en su obra La literatura norteamericana y otros ensayos (1987): “La excesiva confianza en uno mismo, la falta de humildad, la negativa a aceptar lo otro, lo diferente”. Y ahí radica el problema, en que las personas que están familiarizadas con la lectura de todo tipo de obras creen estar por encima del propio texto (y por ende, del autor). Por tanto no serán capaces de sacar el máximo provecho que el texto puede ofrecer, así como los pequeños detalles que unidos con humildad y cautela darán la cohesión correcta al texto.

 A partir de aquí podría deducirse que el acto de leer es un derecho de la sociedad, y que cualquiera está preparado para enfrentarse a textos de todo tipo. Pero no todo es tan fácil. Mientras que la teoría está clara y todo el mundo la entiende, la práctica no corre esa misma suerte. La realidad es que en nuestro país no se lee, y donde más se aprecia esa falta de interés es en el ámbito de la educación. Enric Soria explica en Un món que s´abandona, publicado en EL PAÍS (17/10/02) que los jóvenes de hoy en día “tienen delante el universo más rico y más extraordinario que han inventado los humanos. Podrían explorarlo, pero ni tan siquiera lo ven. A la mayoría no les despierta la más mínima curiosidad”.

No es tan difícil, no hace falta ser escritor o filósofo para descubrir la magia que las palabras encierran. Todos somos capaces. Tratemos la lectura como el privilegio que es, y dejemos que fluyan en nuestra mente las ideas. Con un poco de voluntad y cero de egocentrismo será posible. No se conformen con menos.


david..

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